La extraña pareja que se disputa mi cerebro

¿Quién teme a Virginia Wolf?
Elizabeth Taylor y Richard Burton en ¿Quién teme a Virginia Woolf?


La pareja
que vive en mi azotea
es muy particular
cuando no se entienden
se pelean
como las demás.

Desde niños, el hemisferio derecho (HD) –en los diestros- gestiona en nuestro cerebro las situaciones nuevas(1).

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Lateralización cruzada entre los hemisferios cerebrales y los dos lados del cuerpo.

El hemisferio izquierdo (en azul) se ocupa de las rutinas; las guarda en patrones en su lado de la corteza cerebral. Y cuando la situación se repite, la busca en su caja de recuerdos y ejecuta lo que antes tuvo éxito.

Este lado azul dispone de conexiones a larga distancia, envía mensajeros a los puntos más alejados de la corteza cerebral a traer información que pueda ser relevante en una situación desconocida. Es como un estado mayor,  capaz de reunir información dispersa y conectar lo inconexo y darle sentido. Si se trata de una amenaza inminente lanzará una respuesta instintiva. Durante el primer decenio de nuestras vidas, este hemisferio lleva la iniciativa, porque casi todo es nuevo. En este tiempo nos maravilla la creatividad de los niños, su fantasía, la “magia” que nos contagian.

Los niños pequeños dependen para todo de sus cuidadores, que les facilitan las respuestas adecuadas. Al principio esa parte del cerebro (azul) tiene poco o nada que decir; pero, al ser el que guarda las rutinas aprendidas, cada vez más situaciones le resultan conocidas. Y como es el guardián del tesoro -o sea, el «tesorero»-, se va haciendo más y más poderoso e imprescindible: es el que corta, divide, hace montoncitos y los reparte. en unos años se convierte en el que el que «corta el bacalao», pone nombres a las cosas; tiene la caja de herramientas y las llaves que abren todas las puertas.

Cuando un niño empieza a hablar y a descubrir el nombre de las cosas, es el lado azul el que almacena las sonidos de las palabras y sus conexiones con los patrones que representan las cosas significadas. Cuando el niño aprende a escribir, el lado azul guarda los signos gráficos conectados con sus significados. Esto es una novedad insólita en la evolución: Los patrones de signos sirven de intermediarios privilegiados. Son como los más populares de Facebook: por ellos pasa todo.

A medida que hay más experiencias guardadas y los comportamientos se hacen rutinarios, el otro hemisferio cerebral (el lado rojo) va perdiendo importancia; deja de ser el hemisferio «dominante». No está hecho para mandar, ni analizar situaciones, ni controlar herramientas; ni para guardar los patrones de signos. De eso se ocupa el azul, que se va haciendo más mandón, controlador y autosuficiente.

Cuando los niños tienen entre 8 o 12 años, el lado azul encuentra soluciones para todo en su archivo de rutinas. Como lo tiene todo a mano, ya no necesita un socio que se ocupe de lo nuevo. En una ocasión, una niña de 10 años me dejó helado mientras indicaba con el dedo cada objeto que había ante ella, proclamando: “¡Esto existe. Esto no existe..!”. Estaba yo asistiendo en directo al golpe de estado de la mitad de su cerebro azul contra su otra mitad. No era un accidente cerebral. Todo era normal: la niña se había convertido en un ser «racional».

El hemisferio dominante se convierte así en Procusto “el controlador(2). El que busca en la mitad azul de la corteza cerebral los patrones almacenados de experiencias vividas anteriormente; patrones que describen aquellas situaciones junto con la respuesta que tuvo éxito en el pasado. Lo guarda todo a mano, mediante conexiones cortas de racimos de neuronas próximas(3). Para Procusto lo importante es que todo encaje. Si la situación nueva no se ajusta a alguna conocida, la recorta o estira hasta que coincida con una rutina aprendida. Entonces le pone una etiqueta y aplica la respuesta, como un funcionario aplicando a un formulario un sello de tampón. Es el hemisferio que controla los discursos, la espada, la pluma y la cuchara, el cuchillo y el tenedor. Y también el dedo índice que ordena: «-Tú estás admitido; tú fuera». (Al otro hemisferio apenas le queda el dedo corazón, como último recurso para decir: ¡Que te den!).

Pero el hemisferio azul también tiene sus limitaciones. La principal es que se aburre cuando no tiene nada que analizar ni etiquetar. Y mientras el azul se echa una cabezadita, el rojo encuentra su oportunidad. Betty Edwards(4) una pintora dedicada a la enseñanza del dibujo descubrió a finales de los 70 que sus estudiantes empezaban a dibujar bien cuando se ocupan de tareas aburridas.

Otra oportunidad para el hemisferio rojo es cuando el azul se queda bloqueado por el miedo ante una amenaza inminente; entonces, en plena descarga emocional, el rojo asalta el Palacio de Invierno del azul y toma el poder por un rato. Esa revolución suele durar poco.

Imagino al lado rojo como la mujer expulsada por Yavé del Jardín del Edén(5), condenada para siempre a estar “sometida a su marido” (Génesis1.15); esto es, un tipo prepotente que se cree muy listo, porque puso nombre a los animales del Edén. Pero también lo imagino como Martha (Elyzabeth Taylor) de Quién teme a Virginia Woolf (6): una pareja que se quieren, se odian y se necesitan, siempre al borde del abismo… como el ser humano.
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(1) Ver: Goldberg: Novedad y rutina en el cerebro

(2) Ver: El Procusto controlador que llevamos dentro

(3) Ver: La red neuronal de nuestro cerebro

(4) Ver: Betty Edwards: el acto de dibujar

(5) Ver: La mujer que al pecar nos hizo racionales

(6) Ver: Tres mujeres altas, Edward Albee, el mismo autor de: ¿Quién teme a Virginia Woolf?

Ver también: Watzlawick: El lenguaje del cambio.

 

6 comentarios en “La extraña pareja que se disputa mi cerebro

  1. Hey!!! Hola.
    Nuevamente me reintegro a la lectura de estos temas… Saludos a José Luis y a ver si conversamos acerca del exceso de «información» que nos abomba.
    Besitos
    Ale

    1. ¡Buen tema! Una idea para empezar la conversación: toda esa información que nos llega ¿nos descubre nuevas posibilidades? ¿de actuar, decidir o encontrar sentido a nuestra vida con cuanto nos rodea? Porque si no, no es información; sólo ruido. Gracias Aleida.

  2. Anhelo -y lo lograré- analizar, compartir estas ¿reflexiones? ¿meditaciones? que despiertan nuestros sensores del discernimiento. Otra de las asignaturas pendientes en nuestro caminar ¡adelante, joseluis!

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