Negatividad fecunda: el valor oculto

yin-yangEl ser «negativo» tiene mala fama. La gente lo relaciona con ser amargado o incluso violento. Sin embargo, lo negativo hace posible el movimiento de transformación del mundo. Sin ello, el exceso de positividad lo ahoga.

Lo negativo en la naturaleza
La naturaleza es una gran fuerza creadora, porque el tiempo destruye implacablemente lo viejo, haciendo sitio donde pueda emerger lo nuevo. Y mucho antes de que la inteligencia apareciese en un rincón del universo, lo negativo ya ejercía esa función creadora de lo posible.

Cuando Einstein descubrió que materia y energía son las formas espacial y temporal de una misma sustancia, volvimos a acordarnos de Demócrito, quien había dicho que todo está formado de materia y de vacío. Hoy sólo habría que corregirle ligeramente. Donde dijo que la materia estaba formada por átomos, hoy sabemos por la física cuántica(1) que la materia está formada por entes que se comportan a la vez como partículas materiales en el espacio y como ondas en el tiempo. ¿Una paradoja? Significa sencillamente que debemos observarla con una doble mirada.

En nuestro universo, toda creación se abre paso, es decir, va precedida de un vaciamiento. Las especies vivas sólo pueden evolucionar gracias a la muerte de sus individuos. Las especies se adaptan a su entorno; pero las que se adaptan demasiado, desaparecen cuando su entorno cambia demasiado. En tales situaciones límite, sólo subsisten los excéntricos: los raros. Individuos que se salen de lo normal y sus descendientes.

De esos saltos evolutivos provenimos nosotros, cuando un gran cataclismo arrasó los bosques de África central haciendo inviable la vida de los monos que los habitaban(2).

Lo negativo en la sociedad y en la vida afectiva
Lo mismo sucede en la historia humana. Las sociedades que se adaptan, sobreviven un tiempo. Pero a la larga se colapsan, cayendo sobre sí mismas por el peso de su propia corrupción. Narciso, enamorado de sí mismo, se ahoga en su propia imagen, obesa e intrascendente, que ve reflejada en el agua.

Esto quiere decir que lo positivo, sumado a más positivo, creciendo sin límites ni contrapesos, acaba convirtiéndose en lo peor, en lo absolutamente negativo, que lleva a la aniquilación. Es preciso gestionar lo negativo, caminar con ello, respirar con ello, dejar espacio, ganar tiempo, para no quedar ahogados en lo positivo, apresados en el narcisismo. Ese juego de contrarios se ve aún más claro en las relaciones afectivas.

El amor humano nace de un vacío compartido y mutuamente habitado. Es una fuerza creadora inmensa. Y sin embargo, se convierte en en una fuerza destructiva y despiadada cuando encuentra algún obstáculo. A dos personas enamoradas no hay quien las detenga. Se enfrentarán a la tradición y a las reglas tribales. Esa fuerza imparable de los sentimientos nos viene de nuestra condición de mamíferos; no hay ternura mayor que la de una madre hacia su cría, ni mayor ferocidad que la de esa misma madre, al defender a su cría ante un extraño.

La negatividad del universo es, con todo, difícil de entender, porque la experiencia, que proviene de nuestro reducido mundo doméstico, no abarca ni lo extremadamente pequeño ni lo extremadamente rápido. Ni tampoco lo estrecha e interactivamente conectado. La intuición práctica entiende lo negativo como mera falta que debe ser rechazada. Para ella sería como la nada, de la cual no puede decir nada.

Lo negativo en el cerebro
Esa dificultad de comprensión parecería natural, dada la limitación del cerebro con el que pensamos. Y sin embargo, nuestro cerebro ha reunido en grado sumo las características creadoras de lo negativo, que se hallan dispersas en el universo.

El cerebro de un animal es la mayor de las maravillas. Más que las galaxias. Más que el cerebro humano, con el que estamos obsesionados porque nos creemos demasiado especiales. El día que entendamos el cerebro de un animal empezaremos a entender el nuestro.

Ese cerebro (y también el nuestro) abarca la situación en que el organismo se encuentra; y forma con ella un modelo vivo. Cualquier cerebro, aún el de un insecto, reproduce lo que sucede en su organismo y en su entorno vital. Forma un modelo viviente de sus interacciones internas y externas. Aunque no sabe nada de objetos ni de cosas, sabe de la propia situación vital, que incluye su presente, su pasado y su futuro inmediatos, en su espacio interno y circundante. El cerebro de un animal es como un belén(3) animado en miniatura, donde hay de todo y donde todo se mueve en armonía.

Si el cerebro ha reunido lo mejor del universo y de la vida, podemos aprender acerca del universo mirando al cerebro. Lo primero que vemos es que en él, todo está (más o menos) conectado. El poderío de un cerebro depende de sus neuronas(4). Pero las neuronas no son más que células especializadas. Lo que las hace realmente únicas, es el estar conectadas entre sí. Eso significa que lo más importante de las neuronas son sus enlaces. Yo diría que el cerebro nos está enseñando que también el universo está mucho más conectado que lo que vemos o alcanzamos a imaginar. Y cuando digo el universo, incluyo a los seres humanos, conectados entre sí y con los demás animales y seres vivos; con el planeta, el clima, etc.

nocheAunque no todo está igualmente conectado.  Hay zonas que están muy conectadas y otras que lo están muy poco. El universo es arracimado, con grandes espacio vacíos o casi vacíos. Y el cerebro también. Como la tierra de noche vista desde el cielo, unas zonas aparecen iluminadas y otras oscuras.

Esos enlaces tan importantes son de dos tipos: unos, positivos y otros negativos. Ambos son igualmente necesarios. Podemos imaginar las neuronas como ciudadanos reunidos en asamblea. Cada neurona emite votos de dos clases y recibe los que proceden de otras neuronas de su entorno. Los votos positivos se suman y los negativos se restan. El resultado de cada votación decidirá si la neurona emite a su vez un voto. Los votos son órdenes ejecutivas del tipo «¡vota!» o «¡no votes!». Esto es excitación o inhibición.

Pero que esa analogía no nos despieste. Los auténticos personajes no son las neuronas, sino los enlaces que se forman entre ellas. Llegados a este punto nos encontramos con una especie de trascendencia, rozando la teología. El «espacio» neuronal no es plano, sino formado de muchas dimensiones. En el momento decisivo, los enlaces que se encuentran «despiertos» se convierten en representantes de las neuronas. Esto quiere decir que crean una especie de marco(5), y con él una nueva dimensión. Para comprenderlo, tuve que releer la parábola de las Diez vírgenes(6), texto escatológico, donde se explica la negatividad mejor que en cualquier otro texto filosófico: «Estad preparados, porque no sabéis el día ni la hora».

¿Qué significa «estar preparado» si hablamos de un enlace entre dos neuronas? Todas las explicaciones de esa parábola se refieren a no hallarse en pecado en el momento de la muerte. Pero ¿acaso puede un enlace encontrarse «en pecado»?

Para entender mejor esa negatividad, habrá que dar un paseo por la filosofía.

Lo negativo en filosofía
Heráclito en la antigua Grecia estableció la unidad de los contrarios(7) y, con ella la presencia universal de la negatividad. Pero este descubrimiento duró poco, porque Aristóteles y Platón fundaron la metafísica, donde contaba lo positivo, activo y poderoso (y cada vez más positivo, activo y poderoso).

Cinco siglos después, en el III d. C., se formó la institución de la Iglesia cristiana, de la mano del Imperio romano. Las escuelas de filosofía griegas fueron destruidas y la metafísica pasó a ser función de los teólogos. Todo lo positivo se concentró en Dios y en su reino de los Cielos. Y todo lo negativo, en Satanás que reina en los infiernos. La mitología cristiana sustituyó a la griega. Y sus dicotomías siguen atenazando hoy, incluso a los ateos.

Desde entonces, el papel fundamental de lo negativo quedó reducido al Mal. Apenas hubo excepciones, por ejemplo, en el sigo XVII Spinoza escribió que «la determinación es negación»(8). Hegel basó en este principio toda su teoría dialéctica. Luego, Marx y Engels fundaron la dialéctica materialista. Pero convertida en política y más tarde, en ideología de poder totalitario, se convirtió en un sarcasmo: nada hay menos dialéctico que un comunista en el poder.

Pero el siglo XIX fue también el de Darwin que, no siendo filósofo sino naturalista, con su descubrimiento de cómo se había producido la evolución de las especies, transformó la concepción del mundo mucho más que cualquier filósofo.

En el siglo XX Heidegger reabrió la dialéctica de la negatividad desde la filosofía existencial. Al interrogarse sobre el sentido del ser (Ser y tiempo, Tiempo y ser), reapareció la negatividad como personaje central. Hasta llegar al concepto de la Lichtung(9) -el claro del bosque- el desocultamiento que abre un espacio vacío donde pueda tener lugar el comienzo del pensar.

El pensamiento oriental
Algún siglo antes de Heráclito, al otro lado del mundo, se había desarrollado una forma de pensar distinta, pero complementaria de lo que más tarde llegaría a ser el pensamiento occidental. Lao Tsé, Confucio o Sun tzu, han sido desconocidos o menospreciados en occidente hasta hace muy poco. Su concepción del tiempo, del vacío -y en una sola palabra, de la negatividad- no tienen cabida en el pensamiento occidental. Pero eso está empezando a cambiar.

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François Jullien

Me llaman la atención dos casos recientes. Uno es François Jullien(10), filósofo francés especializado en pensamiento chino. El segundo es Byung-Chul Han(11), filósofo coreano especializado en Heidegger y Hegel. Este es el tipo de interfecundación capaz de abrir un espacio de comprensión y de doble visión que justamente ahora me parece imprescindible para afrontar los nuevos retos a los que nos enfrentamos como humanos.

Estos dos pensadores, con puntos de vista distintos y tal vez opuestos, pero sensibles al otro lado, están iluminando eso que es oscuro por naturaleza: lo invisible e impensado, lo misterioso oculto bajo lo evidente.

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Byung Chul Han

Han descubre un Hegel que no pensaba en el poder de Dios o del Estado, sino en el amor. ¿Un Hegel romántico antes del romanticismo? Me encantan estas relecturas que se arriesgan a traer del pasado a un Hegel. Y ¿por qué no? ¿No hemos traído a Velázquez y lo hemos hecho precursor del impresionismo, del cubismo y hasta del constructivismo abstracto?(12) Hace veinte años pregunté a un profesor de Teología si lo que decía Hegel acerca de conocer, perder y recuperar a Dios no era como las historias en que el chico conoce, pierde y recupera a la chica. Me contestó cortante: «¡No es lo mismo!(13). Pero sí es lo mismo: se trata del amor. Del Amor ¿comprendes? Al fin llega un coreano y se atreve a decir que Hegel ya pensaba en eso cuando construyó su dialéctica. Y si no lo pensaba, da igual; nos inventamos un Hegel2.0. Otros que vengan pueden inventar un Hegel3.0 y así seguir avanzando.

Byung-Chul Han habla de la negatividad necesaria para no ahogarnos en los excesos de positividad. François Jullien habla de «negatividad fecunda». Nos obligan a pensar. Esto no es mística ni buen rollito new-age. Es pensar sin anteojeras, sin efecto túnel.

Exceso de positividad
Han insiste en sus ensayos en el exceso de positividad que ha venido trayendo como resultado la pérdida de lo intangible. Para el positivismo  lo que no se puede medir, pesar, categorizar o razonar, no existe . Pero hoy ya no es una cuestión teórica, sino pragmática. Nos ha invadido una plaga de practicismo, de positividad, de autorreferencia narcisista, de culto a lo evidente. Lo otro, el otro, no es ya sólo que no exista, es que «no me interesa» y punto final. Explotados por nosotros mismos, nos arrastramos, como muertos vivientes, reducidos a una mera vida. Condenados a oscilar entre la hiperactividad y la depresión(14) .

La negatividad fecunda
Jullien es algo más optimista. Se centra en la recuperación de lo que habíamos perdido. La negatividad fecunda, lo potencial de la situación, el factor prometedor, lo posible -incluso más allá del marco existente. Negatividad que no debe ser confundida con el mero vacío(15) y menos aún con la violencia. Lo que ni siquiera tiene un precio, pero puede convertirse en decisivo.

Algunos dicen que los dirigentes chinos actuales utilizan el pensamiento y métodos occidentales, aunque no sólo. Que también buscan lo que Mao llamó «caminar con ambas piernas» (antes de que se le subiese el poder a la cabeza y descubriera que «uno se hacen dos») (16).

Prefiero a Oteiza, cuando proponía utilizar ambas manos (17). Hoy diríamos: ambos lados del cerebro.

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(1) Ver Física cuántica y estética existencial.
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(2) Ver Homínidos: golpe a golpe.
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(3) Ver Vaciamiento del establo de Belén.
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(4) Ver La red neuronal de nuestro cerebro.
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(5) Ver Goffman: marcos de referencia.
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(6) Ver Diez vírgenes.
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(7) Unidad de los contrarios significa que ambos están conectados y son inseparables. Al interactuar, se contagian, impregnándose mutuamente. En la guerra, cada parte aprende lo peor de su enemigo. Incluso las víctimas pueden convertirse en verdugos. Ver Unidad de los contrarios.

(8) En la expresión más conocida de Hegel: «Omnis determinatio est negatio» (Toda determinación es negación). Para la negación de lo que es uno mismo, ver En busca del No.

(9) Ver Lichtung: el claro del bosque.
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(10) Acerca de François Jullien, ver Lo impensado.

(11) Acerca de Byung-Chul Han, ver Byung-Chul Han: confiar en alguien.

(12) Ver Las Meninas como caja metafísica.

13) Acerca de la conexión entre Hegel y Hollywood, ver ¡No es lo mismo!.

(14) El exceso de positividad lleva al Estancamiento: lo negativo paralizante.

(15) Acerca del valor existencial del vacío, ver El vacío y sus mil caras.

(16) Ver Cuando uno se convierte en dos.

(17) Ver Izquierda y derecha.

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