Hemos visto en capítulos anteriores que la complejidad es inseparable de la realidad y del pensamiento. Que al simplificarlos, negamos posibilidades. Las posibilidades buenas las perdemos. Y las malas, las perdemos de vista, quedándonos indefensos ante ellas. Esto significa que hay que aceptar la complejidad y, con ella, las contradicciones. Con mayor motivo en los tiempos actuales, tan confusos.
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